¿Recuerdas por qué emigraste? Cuando las personas migran suelen hacerlo buscando soluciones a sus problemas, y estas suelen ser a corto plazo. Por ejemplo, cuando se busca un empleo, cuando se van a realizar unos estudios o cuando se sigue a la pareja en una aventura. Sin embargo, migrar tiene consecuencias a largo plazo de las que no se es consciente en ese momento. Este es el punto de partida para hablar de la toma de conciencia del estatus de migrante.
Esta toma de conciencia es un momento clave durante la experiencia migratoria. Después de vivir durante un tiempo en tu nuevo hogar, haberte esforzado por aprender el idioma, conocer gente y descubrir la ciudad, quizás has experimentado un momento de revelación. Un instante de claridad en el que te has dado cuenta de que, a pesar de tus esfuerzos por adaptarte y formar parte de esa nueva sociedad, siempre vas a ser percibido como extranjero y de que, a pesar de ese trabajo de adaptación, no vas a dejar de encontrarte con cuestiones que te chocarán por tu propia cultura y la comparación con la otra.
En ese momento has tomado conciencia de tu estatus de migrante.
¿Qué factores influyen para que se dé la toma de conciencia del estatus del migrante?
Podemos diferenciar entre factores externos e internos de la persona. Entre los factores externos se incluyen experiencias de discriminación, la necesidad de enfrentarse a trámites o barreras burocráticas complejas, cambios legales o políticos en el país de acogida que afectan a las personas migrantes, barreras lingüísticas que persisten en ciertos contextos a pesar de que la persona pueda manejarse con fluidez en ese idioma en muchas situaciones o el techo de cristal laboral que limita las oportunidades profesionales de muchos migrantes. Además, este proceso de toma de conciencia puede intensificarse tras periodos de regreso al país de origen, como después de Navidades o las vacaciones de verano. Estos momentos suelen resaltar las diferencias culturales y emocionales, aumentando el contraste entre los dos entornos y subrayando las dificultades del proceso de integración.
Entre los factores internos se encuentran el momento de desencanto hacia el país de acogida, que suele surgir después de una fase inicial de entusiasmo o enamoramiento donde todo es nuevo y emocionante. También está la autopercepción como extranjero, al darnos cuenta de que, en ciertos aspectos, no logramos integrarnos plenamente en la cultura local. A esto se suman sentimientos de desarraigo y nostalgia hacia el país y la cultura de origen que persisten a pesar del tiempo que se lleva viviendo fuera.
¿Qué impacto tiene esta toma de conciencia?
En ciertos momentos puede producirse un retroceso en el proceso de adaptación, acompañado de emociones como conflictos identitarios. Es probable que hayas sentido que, a pesar de los esfuerzos por integrarte, una parte de ti estará siempre marcada por tu condición de extranjero. Esto puede generar un sentimiento de no pertenencia, al percibir que se pertenece a dos lugares distintos y, al mismo tiempo, a ninguno: ni al país de acogida ni al país de origen.
A nivel emocional puede surgir desencanto y desmotivación hacia el proceso de integración, así como una percepción negativa de ti mismo. Estos sentimientos pueden mostrarse en forma de baja autoestima, inseguridad, incertidumbre, y en algunos casos, sensaciones de inferioridad, vergüenza o ansiedad. Estos últimos se intensifican especialmente en contextos de discriminación o cuando hay una situación migratoria inestable.
¿Cómo manejar estas emociones?
Si te identificas con estas líneas, es fundamental que reconozcas y valores la riqueza de tu identidad bicultural, trabajando en aceptar tanto tus raíces como la identidad que has construido en tu país de destino. Además, es crucial que fortalezcas tu autoestima, alejándote de los prejuicios que puedan existir hacia determinadas nacionalidades o grupos raciales. Esto implica verte a ti mismo como un individuo único, más allá de los estereotipos o comentarios que, en ocasiones, tienden a generalizar y encasillar a colectivos basados en su procedencia, etnia o raza. También te recomendamos que crees de una red de apoyo con personas autóctonas y que entiendas que para ellas serás reconocido por quien tú eres y no por tu procedencia.
La adaptación es un camino continuo. Cada experiencia, tanto positiva como negativa, contribuye al crecimiento personal y a una visión más amplia del mundo. Pero si sientes que las emociones son difíciles de manejar por tu cuenta, no dudes en pedir ayuda, ya que esto te acercará más a encontrar un equilibrio en tu proceso migratorio. Si quieres solicitar esta ayuda a nuestro equipo de psicólogos, puedes hacerlo a través del siguiente formulario.