El embarazo es un momento determinante en la vida de toda mujer y lleva consigo una fuerte carga psicológica. Es un momento marcado por sentimientos encontrados como alegría, miedo, ilusión o preocupación. Algo que se hace aun más complejo cuando la mujer es migrante en otro país, lo que añade capas adicionales de dificultad y complejidad, señalando, entre otras:
Las barreras idiomáticas son una de las primeras dificultades que enfrentan las mujeres migrantes. La comunicación con profesionales de la salud puede ser complicada, lo que dificulta el acceso a la atención médica adecuada y la comprensión de información crucial sobre el embarazo y el parto.
Las barreras culturales también desempeñan un papel significativo. Las prácticas y creencias relacionadas con el embarazo pueden variar ampliamente entre diferentes culturas, lo que puede llevar a malentendidos o conflictos con el personal médico. La adaptación a un nuevo entorno cultural puede ser estresante, especialmente durante un momento tan vulnerable como el embarazo.
La falta de los afectos más primarios cerca, como el apoyo familiar, es otro desafío común. La separación geográfica de seres queridos, especialmente de la figura materna, puede agravar los sentimientos de soledad y aislamiento durante el embarazo. La ausencia de este apoyo emocional puede afectar la salud mental y el bienestar de la mujer embarazada.
Por si fuera poco, las mujeres migrantes también enfrentan dificultades en el acceso a la atención médica. Las políticas de salud y los sistemas de seguro pueden ser diferentes en el país de acogida, lo que puede resultar en obstáculos para recibir atención prenatal adecuada. Además, el miedo a la deportación o el estatus migratorio irregular puede disuadir a algunas mujeres de buscar atención médica, lo que pone en riesgo su salud y la de sus bebés.
La terapia como un faro en la tormenta
En medio de estos desafíos, la terapia puede ser un recurso para las mujeres migrantes embarazadas. Ofrecer un espacio seguro y de apoyo donde puedan expresar sus preocupaciones, miedos e inseguridades, puede ayudarles a manejar mejor el estrés emocional asociado con al embarazo y a la migración. Un terapeuta puede trabajar con ellas para explorar y procesar sus experiencias migratorias, ayudándolas a encontrar formas saludables de afrontar los desafíos que enfrentan.
Se presenta para el terapeuta la posibilidad de ofrecer una mirada íntima y sensible sobre los desafíos que enfrentan estas pacientes, destacando cómo el proceso migratorio impacta en su salud y bienestar, incluyendo el embarazo mismo. Es importante durante el trabajo terapéutico comprender lo complejo de la migración y cómo afecta a diferentes aspectos de la vida de las personas, especialmente de aquellas en situaciones de vulnerabilidad como las mujeres embarazadas. Esto nos invita a reflexionar también sobre la importancia de que existan políticas y programas que aborden las necesidades específicas de este grupo, garantizando su acceso a una atención médica adecuada y apoyo integral durante el embarazo.
Una paciente que ha emigrado a Málaga durante la pandemia, está en su último mes de embarazo y en la última sesión expresa, “creo que tuve un embarazo muy lindo, me sentí cuidada y contenida, la terapia me ayudó a sostenerme en momentos donde extrañé muchísimo a los míos, mis amigas, mi familia. Es raro pensar en parir y que tus vínculos más fuertes estén lejos, pero es un paso más en este camino. A veces siento que no voy a poder, y cuando me siento muy sola, solo puedo recordar aromas familiares, eso me tranquiliza”.
Frente a estas situaciones es posible identificar y desafiar los pensamientos negativos o distorsionados que puedan surgir durante este periodo en las pacientes, como preocupaciones sobre la atención médica, el parto o el cuidado del recién nacido en un nuevo entorno. Es necesario entonces poder ayudarlas a reestructurar sus pensamientos para adoptar una perspectiva más realista y adaptativa, lo que implica reemplazar pensamientos catastrofistas con enfoques más equilibrados y esperanzadores que pueden reducir la ansiedad y el estrés. También fomentar la conexión con otros migrantes o grupos de apoyo local puede proporcionar un espacio seguro para compartir experiencias y recibir apoyo emocional y promover la programación de actividades placenteras o la exposición gradual a situaciones estresantes, tan valiosas para afrontar este camino.
Estas mujeres se enfrentan a una mezcla de nostalgia, miedo e incertidumbre, pero también a la posibilidad de descubrirse con nuevas alegrías y desafíos. Migrar como el proceso mismo del embarazo es habitar un constante estado de incomodidad. Tendrán que perderse, reconstruirse y elegir un nuevo lugar en el mundo para ellas y sus hijos.
Migración como gestación y parto de un nuevo yo
"Los lugares se llevan, los lugares están en uno. Sigo entre los eucaliptos y en el laberinto, el lugar en el que uno puede perderse. Supongo que uno también puede perderse en el Paraíso".
Jorge L. Borges
En el viaje de la migración las personas se enfrentan a un proceso emocional complejo que puede compararse metafóricamente con el ámbar. Así como el ámbar encapsula y preserva la historia de un organismo en su interior, el migrante lleva consigo una amalgama de experiencias, emociones y duelos.
El embarazo, en su sentido literal, implica la gestación de una nueva vida. Sin embargo, en el contexto migratorio, el término "embarazo" podría representar la gestación simbólica de un nuevo yo, forjado a través de las experiencias y desafíos del proceso migratorio. Este proceso conlleva un duelo constante: el duelo por lo que se deja atrás, por lo que se pierde en el camino y por las múltiples identidades que se entrelazan en el viaje.
El terapeuta puede jugar un papel importante en este proceso, generando un vínculo para atravesar ese momento de manera sostenida y contenida. A través del acompañamiento terapéutico, el migrante explora y procesa las emociones asociadas con el duelo, al tiempo que integra las diversas facetas de su identidad en evolución. Esto implicará crear un espacio seguro donde el paciente pueda expresar libremente sus emociones, sin juicio ni presión externa, permitiendo que se fomente la introspección para promover el crecimiento personal. En última instancia, el embarazo en el proceso migratorio representa una oportunidad para la transformación y el renacimiento. A través del apoyo terapéutico, la migrante puede encontrar un sentido de continuidad en medio del cambio, integrando las experiencias pasadas en la construcción de un nuevo futuro en tierras desconocidas.
Como diría George Bataille, "La vida es movimiento y nada en el movimiento está a salvo del movimiento".