El pasado domingo se publicó en el suplemento Magazine un reportaje sobre el retorno de emigrantes a nuestro país. En él se relata a qué se dedican en España aquellos que un día hicieron las maletas. Leyendo el artículo observé que de los diez emigrantes retornados que se citan, siete trabajamos en proyectos que ayudan directamente a determinados colectivos: Susana Morcuende impulsa la conciliación de la vida laboral y familiar en el sector de las TIC con yosoytumadre.com, Celia Arroyo ayuda a los emigrantes con los retos psicológicos que implica la emigración, Inés Vázquez y Rosario Ortiz reducen la brecha de género en el mundo de la programación con Adalab, y Sebastien Sanz, Raúl Gil y yo mismo favorecemos el retorno de talento a través de Volvemos.org.
1. Aprovechando el reportaje que dedica hoy @mgzine, suplemento dominical de @LaVanguardia al retorno de talento quisiera decir (hilo va)
— Diego Ruiz del Árbol (@druizdelarbol) 6 de agosto de 2017
Contrasta este ilusionante dato con una triste impresión que tengo desde mi retorno a España, tras nueve años trabajando en Berlín: la cultura del pelotazo sigue muy presente en nuestro país. Y no estoy hablando sólo de empresarios de la construcción con traje, corbata y tinte conservador. En el mundo de Internet, hoy en día, el modelo de éxito en el que se fijan jóvenes emprendedores de la era digital es el siguiente: 1. Tener una idea, 2. Crear una plataforma, 3. Hacerla crecer rápido y 4. Venderla por un buen puñado de euros.
¿Para qué ha de servir esta plataforma? Este aspecto es secundario. El debate está plenamente centrado en el dinero: cuánto has levantado en tu última ronda de inversión, por cuánto te han comprado, cuáles son tus beneficios anuales… Asistimos a la glamourización del pelotazo 2.0.
El modelo de constructor que compraba terrenos agrícolas a principios de los 90 para su posterior recalificación y urbanización ha mutado en emprendedor de éxito en Internet, que vende su empresa a otra más grande por "una pasta". A qué se dedicaba aquel terreno o cuál es el objetivo de la plataforma tecnológica es lo de menos. Lo que importa es el "cuánto". No digo que las empresas digitales no tengan que comprarse o venderse, pero deberíamos poner la lupa sobre el valor que aportan a la sociedad más que sobre la cantidad económica de esas operaciones comerciales.
La semana pasada vimos la otra cara de la moneda en nuestra reunión con Francisco Polo, fundador de Actuable, posteriormente convertida en Change.org España. Francisco es un emprendedor social, una persona que ha puesto su talento al servicio de la sociedad y cuya actividad en los últimos años ha servido para mejorarla (change.org/es/victorias). Ahora es secretario de Emprendimiento, Ciencia e Innovación del PSOE, y cuando Pedro Sánchez lo eligió para esa responsabilidad, supongo que pensó en esos méritos mucho antes que en el dinero que haya podido generar.
Es necesario que en España cambiemos el chip. Aquello a lo que nos dedicamos puede mejorar la sociedad en la que vivimos. Internet, como la más extraordinaria herramienta de progreso que jamás ha existido, no debe servir para replicar modelos injustos e ineficientes de los que ya tenemos pésimas experiencias. El necesario cambio en la manera de trabajar en nuestro país no se limita a horarios y malas prácticas, también tiene que ver con esto. La vuelta de profesionales tras una experiencia migratoria, con ideas nuevas y otros valores, contribuirá a transformar la mentalidad del país, a que pensemos que construir una sociedad mejor es tarea de todos y no sólo de los políticos.