Trabajar de periodista tras nueve años en Costa Rica

15 Ago 2017
Myriam B. Moneo
Volví con mi hijo y mis contradicciones de expatriada. Otra vez hago maletas, esta vez para quedarme

Volví. Después de nueve años en Costa Rica. No lo hice sola: mi hijo, mis contradicciones de expatriada y una trayectoria periodística que no me abría ninguna puerta me acompañaron. Hasta que Volvemos.org me mostró una puerta entornada. He visto la luz. Otra vez hago maletas, esta vez para quedarme.

Quería volver, la idea rumiaba en mi cabeza desde 2013. No era un buen momento, ni por la situación económica ni por la mía personal. Salía de una ruptura, tenía un niño, entonces de 4 años –nacido en Costa Rica y cuyo padre reside allí– y un buen trabajo como directora en una revista centroamericana. La vida hecha, sí, pero sujeta con alfileres. Y ya sabéis, das vueltas a la idea una y otra vez. Ves más contras que pros…

En primer lugar, trabajar, y de periodista, una profesión que siempre ha estado en crisis. No en vano, fue en 1998 la primera vez que emigré a Costa Rica, donde trabajé dos años en mi profesión, lo que no había conseguido hasta entonces en mi país. Regresé en 2000 y por medio de una amiga seguí rumbo a Mallorca, donde empecé a trabajar ¡en lo mío y en España, por primera vez! Pero la vida da muchas vueltas y en 2006 volví a Costa Rica, por un proyecto personal que al final no salió como esperaba. Y volvemos al punto de partida: volver, qué miedo, pero más miedo me daba quedarme “para siempre” lejos de Spain.

Cuando ya llevas nueve años seguidos dedicando tus vacaciones y tus ahorros a una visita a fugaz a tu gente y tus sitios y te vas dando cuenta de que cada vez todo te es más extraño, dices: “Oye tú, pues me tendré que lanzar y comerme el vértigo”. Justo ahora cuando estamos de éxodo nacional yo me decido a volver. Por otra vuelta de la vida, me encontré con la que tantas veces había imaginado sería mi coartada perfecta para volver: mi finiquito tras ocho años de trabajo, una cantidad de dólares que me permitía saltar el charco y contar con un colchón hasta que lograra reincorporarme al mercado laboral español.

Kamikaze a los 45

Volví. A finales de 2015. Sí, con 45 años (pura kamikaze) y un hijo de 7, a la casa de mis padres, en Burgos. Mi Burgos, de donde salí con mi primera maleta a los 20 años para aterrizar en Bournemouth con la ilusión de una ingenua au pair que iba a aprender inglés. Cuánto ha llovido.

Ante la falta de perspectivas laborales y aprovechando la residencia de mi hermana –bendita solidaridad familiar–, me moví hacia el sur, huyendo también de ese fríocidiano que me vio crecer, pero ya me resulta ajeno. Y en estas tierras gaditanas andaba tratando de enganchar trabajos precarios entre subsidio y subsidio de emigrante retornada, cuando me encontré, rebuscando en Volvemos.org, una oferta de periodista. Casi increíble. Y de una empresa en la que había trabajado hace 16 años, más insólito si cabe. Cuando ya estaba casi extenuada de reconcomerme por dentro por haberme ido, haber vuelto y ver que no había salida alguna, el teléfono suena: estoy contratada. Vuelvo a Mallorca, de donde partí la última vez que emigré.

Otra vez estoy haciendo maletas. Tengo que confesar que ya añoro guardarlas. Sobre todo por mi hijo, un niño que ha crecido viajando y que debe pensar que España se mueve mucho; necesita estabilidad. Es otro de los contras que tanto barajas en tu cabeza antes del retorno, y después.

Ha sido complicado, más con la custodia de un menor de por medio –que se ha resuelto favorablemente–, y lo va a seguir siendo: toca también facilitar los caminos de las relaciones familiares en este mundo de vueltas.

Mirada a Latinoamérica

Vamos a volver a empezar en la España de los salarios congelados, en la que, me parece, falta aún reconocimiento a la experiencia en el extranjero, sobre todo en Latinoamérica, ese gran socio comercial sobre el que tantos sabemos y tan poco se nos pregunta.

Si miro atrás me doy cuenta de que, en muchos aspectos, soy más de allá que de aquí, y estoy dejando de lado el sentimentalismo, porque basta mirar mis años de cotización: nueve en Costa Rica, apenas seis en España. Y de aquello, hoy por hoy, me tengo que olvidar, fuera del ámbito europeo crecen las complicaciones: no contamos con un convenio entre España y Costa Rica que me reconozca aquellos años de trabajo; hasta en el SEPE miraron con sospechas mi currículum al afiliarme, a pesar de traer toda mi documentación validada por la Embajada española. Ojalá este tema avance algún día, la pelota está enmarañada en la burocracia costarricense y ahí seguirá, me temo. Y sé que soy sólo una de tantas de las que emigramos fuera de la UE.

El reto de la conciliación

Y vuelta a empezar. Cuesta arriba. Además de apretarse el cinturón con estos salarios nuestros –¡los mismos que cuando me fui hace una década!–, toca ver cómo haces filigranas para lograr un alquiler razonable y conciliar tu vida. Regresé de un país en el que los horarios escolares y laborales estaban acompasados (terminábamos a las cinco de la tarde), a este nuestro, en el que no hay manera de avanzar en este tema, ni en racionalizar nuestros horarios. Otra batalla pendiente en la que mucho podríamos aportar con nuestras experiencias si alguien nos escuchara.

¿Valió la pena? Sí. Basta pensar en los sistema de salud y educación españoles; no es un tópico, sé lo que digo. ¿Es una temeridad volver con familia y sin trabajo? También, pero hay que sopesarlo todo. Un año antes de tomar la decisión de regresar, tuve un problema de salud, algo menor que se complicó y pude solucionar: en la sanidad privada de urgencia y previo pago de una factura que acabó sumando más de 5.000 dólares. Me dio bastante que pensar sobre el rumbo que estaba tomando mi vida, y la de mi enano. Poco a poco fui reuniendo el valor para volver a cruzar, por última vez como expatriada, aquellos 8.472,74 kilómetros de ruta aérea.

El sueño es regresar con un trabajo en perspectiva. Sólo espero que iniciativas como Volvemos.org sigan adelante tirando cabos. Yo de momento no suelto el mío.

Posdata: Cuando te encuentres vestida de camiseta roja celebrando los goles de la Selección a ritmo de paella y sangría –cuando a ti el fútbol nunca te ha hecho ni fu ni fa y lo tuyo es el tinto Ribera–, es que ha llegado el momento de volver.

Posdata 2: Urge una campaña para erradicar el doblaje de la tele y el cine, cuánto daño nos está haciendo…

Comentarios

Gran artículo y enhorabuena por haber tomado esa decisión tan valiente. 

Totalmente de acuerdo con la post data 2!!!