Reflexiones tras cinco años en el extranjero: el valor de vivir y trabajar en otro país

10/05/2016Publicado por Ángel López
Ángel López Peiró reflexiona sobre su experiencia fuera de España

Esta semana se cumplieron exactamente cinco años del inicio de mi actual andadura profesional en el extranjero. Cinco años fuera de España, casi una sexta parte de mi vida. Después de esta etapa estudiando y trabajando en Polonia, más otro medio año en Noruega, estoy en condiciones de sacar algunas conclusiones sobre mi experiencia, que pueden ser útiles para otros expatriados.

Formo parte de ese numeroso grupo de jóvenes "milennials" que movidos/forzados por la galopante crisis en España, en algunos casos un cierto deseo de aventura y sus ambiciones profesionales, decidieron probar suerte en el extranjero.

En mi caso me convertí en expatriado directamente por relocalización, al recibir una oferta de empleo atractiva. En muchos casos, jóvenes profesionales o recién licenciados/graduados/doctorados hicieron las maletas, cogieron un avión y fueron a probar suerte, con resultados de todo tipo. Muchos de ellos eran aficionados a los viajes al extranjero antes de verse en esa tesitura de abandonar su país de forma permanente.

Viajar sin duda enriquece, culturiza, abre la mente, fortalece las habilidades sociales, ayuda a ser más organizado y un mejor planificador, pero está algo mitificado y sobrevalorado como algo que influye enormemente en el desarrollo personal. Algo que tengo que reconocer, aun siendo un viajero empedernido.

Yo veo más valioso para el desarrollo personal y profesional residir en el extranjero durante periodos de tiempo medios o largos. Adaptarse a otras formas de vivir y trabajar, aprender de otras formas de entender la vida, las relaciones humanas, el trabajo, la organización empresarial y la gestión del tiempo, apreciar más aspectos de la vida a los que en otras culturas se les da más importancia,  son solo algunos de los múltiples beneficios de vivir y trabajar en otro país.

Pero que nadie se engañe. Vivir en el extranjero está lejos de ser un camino de rosas. Programas de televisión como "Españoles en el mundo" han generado una falsa imagen del  joven expatriado/emigrante como alguien al que todo le ha salido muy bien; un triunfador, con una vida muy interesante y con pocas preocupaciones. Existirá tal expatriado pero no es el caso de la mayoría.

También los mismos expatriados somos culpables de generar esa falsa imagen, al compartir nuestras experiencias más positivas y ociosas a través de las redes sociales y no compartir todos los problemas, malos momentos y retos que nos hemos encontrado por el camino.

Ser expatriado/inmigrante no es fácil. Genera muchas frustraciones. Conlleva grandes esfuerzos. Y no sólo al principio de la experiencia, porque muchas situaciones difíciles aparecen con el tiempo. Buscar piso, resolver cuestiones burocráticas, solucionar problemas de salud, manejear cuestiones bancarias, hacer la declaración de la renta, intentar encontrar un mejor empleo, matricularse o pasar un proceso de selección para unos estudios. Por no hablar de crear y gestionar una empresa en el extranjero, ¡eso sí que tiene mérito!

En otro plano, las relaciones interculturales son muy interesantes, enriquecedoras y a menudo divertidas, pero no son fáciles: pueden generan enormes retos en el entorno profesional, así como en el personal. Los malentendidos y la falta de comprensión son frecuentes.

Por supuesto, hay países donde el esfuerzo necesario para salir adelante como expatriado es mayor que en otros. El idioma es aquí el elemento diferenciador. No entender el idioma local, tener dificultades para aprender el idioma local con rapidez, o no poder comunicarse en inglés como lingua franca con ciertos interlocutores puede generar mucho estrés, nervios, frustración y enormes pérdidas de tiempo.

Las circunstancias económicas de cada expatriado, tanto las de origen (enormemente influenciadas por la situación socioeconómica familiar) como las que aparecen en el lugar de destino, influyen también enormemente en la facilidad para poder afrontar los problemas que hay que superar para establecerse en el extranjero y salir adelante. 

Falta añadir, aunque pueda parecer un tópico, que el clima del lugar de destino puede suponer también un gran reto. Vivir en latitudes más septentrionales implica inviernos más largos, más fríos, más oscuros y muchas menos horas de sol al año que en España. 

Vivir en lugares con un clima depresivos durante gran parte del año tiene en realidad su lado positivo: en invierno te prestas más a la lectura y el estudio, y sobre todo, aprecias cada vez más el sol y el buen tiempo, que disfrutas cada vez con más intensidad cuando llega. Sales al aire libre mucho más y lo disfrutas mucho más de lo que harías en tu soleado país.

Apreciar el buen tiempo es algo que se puede aprender de los polacos. Así como formas de aprovechar al máximo los recursos económicos disponibles de una forma inteligente (herencia de todas las penurias que han pasado), el deseo de mejorar cada día, cómo saber tomar las críticas, una cultura del trabajo muy fuerte combinada con una cultura del ocio muy fuerte, cada cosa en su momento y de forma conciliada. Por no hablar de cómo comunicarse con otros con honestidad y de forma directa, para evitar problemas y malentendios. Puntualidad, sobra decirlo. Hospitalidad. Valorar, apreciar, celebrar la historia y tradiciones de tu país y región.  

De los noruegos se puede aprender cómo construir relaciones laborales honestas basadas en la confianza, cómo tratar a todo el mundo de forma justa y a como valorar correctamente los méritos de un compañero de trabajo. Formas de organizar y planificar bien el trabajo.  También cómo respetar el medio ambiente;y cómo apreciar y disfrutar de las actividades al aire libre durante todo el año.  

Un expatriado también puede enseñar mucho a los locales con los que comparte horas de trabajo o tiempo libre. Un español, por ejemplo,  puede enseñar mucho a un extranjero sobre hábitos saludables de vida, cocina variada, rica y sana, optimismo, afrontar la vida con alegría, tenacidad, vivir con pasión y la vida social en grupo entre muchas otras cosas. Sin embargo, un expatriado nunca debería tener una actitud de superioridad nacional y cultural, respecto al país de destino, como tampoco de inferioridad.

Cuando uno es expatriado es importante rodearse de gente local, así como de otros expatriados, con predisposición para ayudar, muchas veces esperando solo a cambio tu compañía. En mi opinión, las empresas deberían ofrecer también mucho apoyo y atención a sus empleados expatriados, y no tengo la impresión que así siempre sea.

Evidentemente, como más tiempo se pase con los lugareños más fácil será integrarse en el país de destino. No creo que sea malo pasar tiempo con otros expatriados, incluso de tu país, mientras no te aísles y te quedes encerrado en un gueto social. Allá donde fueres, haz lo que vieres tiene que ser tu estilo de vida cuando vives en el extranjero. 

Tampoco hay que obviar que en algunos países los locales serán más proclives a tratarte bien, integrarte y considerarte un ciudadano de primera que en otros, Un español no tiene el mismo estatus social  de partida en Polonia que en Alemania o en Noruega. Aspectos sociopolíticos pueden también influenciar notablemente tu experiencia como expatriado. 

Aun con todo, ¿merece la pena vivir y trabajar en el extranjero durante un largo de tiempo? Sin duda. Uno aprende de otras formas de entender la vida, se convierte en otra persona, se encuentra a sí mismo y su camino y, afortunada o desgraciadamente, ya no es ni de un lugar ni de otro.  

PD:

¿Como en España no se vive en ningún lugar? Verdad a medias. ¿Como en España no se trabaja tan mal, ni se come tan bien, ni se tiene tan buen clima y sanidad en ningún lugar? Puede ser.

Creo que los jóvenes expatriados españoles deberíamos intentar volver a nuestro país, y que nuestro país debería darnos motivos para volver. España no debería perder todo el potencial de sus profesionales (muchos de ellos brillantes científicos) en el extranjero. Creo que una de las claves, pasada por alto, del gran desarrollo de Polonia en la última década es el retorno de muchos polacos con fructíferas experiencias, conocimientos adquiridos e idiomas a su país de origen. Aunque siguen marchándose muchos por motivos económicos.

A mi me gustaría ver a mi país dentro de una o dos décadas gestionado a nivel político, institucional, empresarial y universitario/investigativo por numerosos líderes de mi generación, que hayan sido expatriados durante largos periodos de tiempo y que no lo hayan tenido fácil.

Que si han obtenido becas para estudiar en prestigiosas universidades o si han logrado destacados puestos de trabajo ha sido gracias a su gran esfuerzo y habilidades, y no a los contactos o dinero de sus familares y conocidos.

Un soñador e ingenuo, lo sé. Nos vemos en España dentro de unos años, no sé cuantos exactamente.

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