Y esta es una historia más de las miles que llevan sucediendo desde que la crisis económica provocó en España una desbandada masiva de personas.
Mi marido (por entonces novio) y yo dimos el salto en el 2013. Hartos de no avanzar laboralmente y de esa queja constante, ese permanente desánimo y esa apatía laboral que impregnaba todo. Hicimos un trato: el primero que encontrase trabajo decidiría nuestro destino.
Yo busqué por Europa echando mano de amigos en Bélgica y Holanda, mi novio buscaba por todo el mundo y llegó una oferta desde República Dominicana, en pleno polo turístico de Punta Cana.
Era el año 2013 y desde que llegamos no paramos de luchar, aprender, empaparnos de nuevas experiencias y crecer como personas y como profesionales.
¡Qué os voy a contar del Caribe! Somos conscientes de que muchos nos miraban con envidia, pensando que Punta Cana es sólo palmeras, playa, sol y música. El Caribe es todo eso y mil cosas más, pero sin olvidarnos que estamos hablando de un país con enormes desigualdades sociales y con unas diferencias más que notables con la referencia que traíamos de casa.
Experimentamos una progresión exponencial: de repente habíamos pasado de ser invisibles laboralmente a ser valorados, respetados y a no parar de crecer y trabajar. Recuerdo que cuando finalicé mi contrato con una universidad (en la que fui ascendida tres veces en dos años y medio) sólo pasaron diez días hasta que me encontré a mi misma trabajando como gerente del departamento de eventos y congresos de una importante cadena hotelera.
A mi pareja le pasó algo parecido, fundó su propia empresa y trabajaba cada día, con encargos muy diversos y aprendiendo especialidades de la fotografía que antes nunca se había planteado. Viajó por todo el territorio nacional y a varios países de la zona.
Los europeos en general y los españoles en particular son muy bien considerados laboralmente en República Dominicana, y experimentamos racismo positivo y negativo a la vez. Ahora me doy cuenta de que vivíamos siempre entre dos extremos, transitando de uno al otro con verdadera facilidad. Igual estábamos trabajando en un cinco estrellas de 1.000 dólares la habitación que estábamos tomando cerveza con muchachos que viven de subirse a los cocoteros y vender cocos en la playa.
Regresamos por causas personales, ¡como todos! Había algo que no nos dejaba avanzar en nuestro proyecto de familia y también surgió una oportunidad para mí de hacer algo que siempre había querido: estudios de doctorado.
El regreso está siendo duro, nos hemos sentido muy arropados por familia y amigos, nos han prestado casa, vendido coche a precio simbólico… pero pasado el periodo inicial sentimos que nos estancamos de nuevo. Hemos bajado las revoluciones y hemos pasado de que todo sea una novedad constante a saber qué va a pasar en cada momento del día. Todo es predecible y nuestra realidad se nos antoja lenta.
A nivel laboral: colaboraciones pequeñas y una nueva empresa de fotografía, ahora sí con base en Valencia: Fotoespacios. Especializada en espacios hoteleros, recogiendo toda la experiencia de República Dominicana. Pero nos está costando arrancar porque, de nuevo, somos los recién llegados y esta vez la competencia es muy dura. Descubrimos Volvemos cuando ya teníamos claro nuestro retorno y la verdad es que te hace sentirte menos sólo y menos caso aislado.
Echamos de menos cada día nuestra vida allá: la espontaneidad de las personas, la alegría permanente que se respira y esos paisajes que no te dejan tener un mal día, por muy triste que quieras ponerte. Tenemos la casa llena de fotografías de cada rincón de la isla y de nuestra vida pasada. Aquí las personas demostramos el aprecio de formas más diluidas, nos acostumbramos a saber de los otros en plazos más largos y ¡los abrazos duran menos!
Mientras, intentamos escribir un nuevo capítulo. De nuevo nos hemos dado un plazo para cumplir las metas que nos trajeron de vuelta a España y sabemos que, pase lo que pase, tenemos un as en la manga y no nos dará miedo volver a saltar el charco.
María Sánchez de Mora y Santiago Vidal han vuelto a Valencia tras cinco años en República Dominicana.
Fotografías de Santiago Vidal.