Soy Celia Arroyo, psicóloga y psicoterapeuta, algunos ya me conocéis pues ya he tenido el placer de escribir anteriormente en Volvemos y sabéis que gran parte de mi labor profesional consiste en ejercer mi profesión por Skype, atendiendo a españoles que residen en el extranjero. He querido compartir con vosotros mis primeras impresiones sobre el Brexit, construidas sobre mis conversaciones con personas a las que atiendo como psicóloga y amigos residentes en Reino Unido; una muestra poco representativa para considerar este como un artículo científico pero que espero sirva para abrir un debate.
“Nos hemos quedado en el limbo, preguntándonos y ahora qué”, me comenta Lourdes, una española residente en Reino Unido, una frase que resume bastante bien lo que sienten muchos de los españoles que se encuentran en su misma situación.
Reacciones las hay de todo tipo, en función de la personalidad de cada cual y de sus circunstancias personales y sociolaborales. Alguno sintió una punzada de ese frío que hiela la sangre y que llamamos miedo en la mañana del 24 de junio al conocer la noticia del resultado del referéndum. Pese a que dirigentes tanto españoles como británicos se apresuraron a hacer un llamamiento a la calma comunicando que no habría cambios en los próximos dos años, el clima de caos y desconcierto dio lugar al surgimiento de distintos rumores sobre cuáles serían las condiciones laborales necesarias para poder permanecer en Reino Unido pasado ese tiempo. Nadie sabe lo que va a pasar pero ya hay quien se atreve a lanzar bulos como que será necesario ganar 35.000 libras anuales para poder seguir viviendo y trabajando allí; esto implica que a la incertidumbre real de la situación, se suma la de los rumores que inevitablemente surgen en las situaciones sin precedentes y la de los miedos y fantasmas de cada uno.
La incertidumbre es contraria a la manera en que se organiza nuestro pensamiento. Los seres humanos caminamos por la vida con una falsa sensación de certidumbre, quejándonos de la rutina, pensando que sabemos a qué retos nos enfrentaremos cada día. Cuando algún acontecimiento rompe esta sensación de certidumbre, pone al psiquismo en jaque. Para que os hagáis una idea, cuando una persona está esperando un resultado médico, describe como la peor parte precisamente la incertidumbre, la espera, incluso aunque el resultado sea malo para su salud. La incertidumbre nos deja sin recursos, es el momento en el que no podemos hacer nada, no podemos defendernos, hacer planes etc. Cuando nos dan una mala pero certera noticia, aunque nos produzca sufrimiento, la certeza nos devuelve nuestra capacidad para actuar en función de la misma, para tomar decisiones, para continuar.
Así pues, la incertidumbre es un enemigo natural del psiquismo pero a este rasgo universal hay que añadir el hecho de que nuestra generación no ha sido educada para enfrentarse a ella. En este mundo globalizado en continuo cambio y crisis cada vez se ha vuelto más valiosa la resiliencia, llegando a convertirse en una de las aptitudes más valoradas por los profesionales de los recursos humanos. El término resiliencia hace referencia a la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la viday responder a ellas con flexibilidad y tenacidad, superándolas y resignificando los acontecimientos vividos. Este término, procedente en su origen de la física, fue popularizado en psicología gracias a la labor divulgativa del psiquiatra y psicoanalista B. Cyrulnik.
Como decía, nuestra generación no ha sido entrenada en el desarrollo de habilidades resilientes, como sí lo estuvieron otras, cuyos padres estuvieron más en contacto con momentos históricos cargados de incertidumbre. Nuestros padres nacieron en una dictadura, en un país con privaciones materiales y de libertades, con la promesa de que algún día acabaría esa dictadura y Europa nos aceptaría en su club del bienestar occidental. Nuestra generación ha crecido en dicho bienestar, bajo una promesa llamada Europa y con la expectativa de que una carrera universitaria era condición suficiente para obtener una vida cómoda y predecible.
Contra todo pronóstico, nos hemos encontrado un panorama de crisis generalizada, un escenario de incertidumbres para el que no estamos preparados y que nos exige reinventarnos a velocidades de vértigo.
La resiliencia es una habilidad de la que tienen que tirar todos aquellos que emigran; es una capacidad altamente desarrollada por los que viven en un país distinto al suyo, con un idioma y una cultura diferentes.
A los inmigrantes españoles residentes en Reino Unido lo que se les está pidiendo con el Brexit es más resiliencia para sobrellevar los dos años de limbo que les esperan.
Aquellos con los que he hablado han tomado la noticia con emociones que se mueven a caballo entre la tristeza y la rabia, entre la decepción y la impotencia. Alonso lo describe como “una pequeña traición”, mientras que Jaime habla de “racismo puro”. Esa promesa llamada Europa se tambalea.
Muchos españoles se han afianzado en su deseo de volver a España e incluso hay quien ha adelantado su decisión de hacerlo.¿Ha aumentado la xenofobia del pueblo británico o la desconfianza de los españoles?
No puedo responder a esta pregunta, pero parece que el Brexit ha aumentado la percepción de los españoles de ser extranjeros y ha aumentado las suspicacias en torno a la xenofobia. La brecha identitaria se ha hecho más grande entre quienes viven y trabajan codo con codo en Reino Unido y sigue siendo el principal reto al que, desde la mirada de un psicólogo, se enfrentan los países que forman la Unión Europea.
Celia Arroyo es psicóloga especializada en duelo migratorio, fundadora de Augesis y forma parte del equipo de acompañamiento emocional de Volvemos.